
Mi nombre tiene ocho letras de las cuales sólo se repiten dos.
Mis días tienen veintidós o treinta horas, depende del hemisferio del cerebro con el que los viva; duermo siete horas y permanezco despierto dieciséis (si, dieciséis, también pierdo horas no sé cómo)
Cada día dedico cinco minutos a hablar por teléfono, tres minutos a preocuparme por el dinero, cincuenta minutos a cosas ineludibles, una hora a pintar, dos horas a mi adicción a los informativos y quince horas a cosas estupidas como observar la caída de una hoja, el color de las nubes o la aceleración de la lavadora en el centrifugado…
De esas quince horas de observaciones nacen cinco mil quinientas ideas locas y aparentemente inútiles, de las cuales lograré escribir mil doscientas en cincuenta sucios trozos de papel diferentes que seguramente olvidaré al cabo de veinte minutos en cualquier rincón.
Una noche conté un millón de estrellas y dos cometas, otro día me bebí un litro de agua de una sola vez; números y más números: crecí dieciocho centímetros en un solo verano, pisé tres países en un solo día, caminé tres horas solo bajo el sol del desierto, me perdí en una ciudad a dieciocho grados bajo cero, mentí cinco veces con una sola palabra y atrapé dos vidas en cinco versos…
Podría seguir un buen rato arañando cifras reales o inventadas. Pero los números no son más que la evidencia de una frustración humana. Y además, nunca se me han dado bien.
Lo importante sucede sin número, escondido en parámetros sin medida. Huidizo de nombres, cifras o cualquier etiqueta.
Así que, podéis ver este texto como trescientas dos palabras distribuidas en siete párrafos que he tardado dieciséis minutos en escribir… o podéis intuir escondido entre líneas algo cercano a una presentación de Alejandro.
Saludos y bienhallados
Bueno, una presentación que realmente dice algo sobre el ser que se da a conocer. Interesante.
ResponderEliminarSaludos!
Saludos de "el ser" que se da a conocer ;-)
ResponderEliminar¡Sencillamente magnífico!
ResponderEliminar¡Me ha encantado!